Aparecimiento.

Y apareciste con tu boca de whisky
y tus ojos tristes
 y tu alma de velcro que no me deja ir,
 que no me suelta,
 que me retiene,
 que me arranca las caras y las ropas y los gritos,
 como recordando que no está todo perdido,
como preguntando.
 Apareciste aquélla vez hablando,
como spray de primavera,
apareciste sin ser llamado,
como revoloteando el viento tras de mí,
como alquitrán, como inyección.
 -Pero el sístole y el diástole nos hicieron creer que el tiempo era igual-
 Allá vas y yo no te detengo,
 allá vas comprando el ticket,
 huyendo
y los dos huimos.
Te comprendo...,
 el dolor es ingrato,
 el dolor te lleva,
 te desprende,
 te arrincona,
 te besa los pies con su lengua fría,
 te arrebata las cosquillas,
 te sopla en las orejas...
 Pero vuelves, vuelves queriendo intentar todo,
 matar los mosquitos que no te dejan quieto,
 que te atormentan...,
vuelves hermoso,
 sereno,
 sin armadura, s
in adioses ni ojalá;
 y corres,
corres atravesando la pared,
 de frente,
 como vengándote de vos mismo,
 del reloj,
 de los males,
 como queriendo explotar los bancos y las telefónicas,
 como queriendo escapar de la frontera,
 de la prisión que a nada bueno nos lleva,
 pero estás sentado detrás del porro que te besa,
como yo.
 Quizá padecemos el mismo mal y ahora estamos jodidos, juntos.
 Jodidamente involucrados.

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