Ella, la enferma.

Ella se engripó de mala suerte. Los estornudos de la ingrata fortuna no la dejaban abrir los ojos, estaba ciega. Tenía fiebre de cordura y congestión de pensamientos. Ella, no salía de casa. Calentó por tres días té de amores, ya saben, cascaritas de besos, rajitas de recuerdos, miel de coqueteo y media cucharita de insensatez. Masticaba los gajos de arrebato empedernido, tragaba con dolor y costumbre. Ella, tan ella no era ella porque no podía serlo, sino porque no quería serlo. Su diagnóstico era crítico.

Ella agotó el tiempo feliz en las libreras, las sobras, las regaló. Ella estaba enferma.

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