Un orgasmo en soledad

-Ese día tomó la ducha más larga y caliente de todas, había llorado 6 horas continuas, no había comido nada, sus labios estaban secos y su piel descolorida, sus pensamientos eran lentos, eran dolorosos, eran sucios y despiadados. Sus pulmones se inflaban como dos globos a punto de reventar, estaba rodeada de papeles salados por sus lágrimas valientes, sus lágrimas atrevidas, sus lágrimas audaces, sus lágrimas estoicas, sus lágrimas finales.-

Malena nunca había creído en el matrimonio. Desde que tenía seis años pudo ver desde un rincón cómo su madre maldecía las noches de sexo con su padre, como escupía cada vez que recordaba un beso en la boca, como hablaba más con los perros que con ella y sus hermanas, veía el ir y venir de su papá, siempre cabeza abajo, se daba cuenta como a diario envejecían los dos, dentro de la misma casa, dentro del mismo infierno.

Su padre había sido un hombre muy trabajador e inteligente, había exigido en Malena talentos inexistentes y lecturas de enciclopedia que quizá nunca entendió. Su madre había sido una mujer de familia adinerada y machista, llegó a la ciudad desde su finca cuando apenas tenía 9 años y creció ahí, cuidando a sus hermanos pequeños y atendiendo a los mayores, hasta que a sus 27 años se casó, no por amor sino porque creía que los años pasaban sobre ella y no eran en vano.

Malena siempre creyó que era un alma libre, imaginaba que a sus 20 años ella bailaría, sin zapatos y con calor frente al mar, miraría su vestido girar y girar y vería al amor de su vida reír y reír, y su espíritu volaría tan alto como gaviotas, imaginó una casa, un trabajo y dos niños corriendo a saludarla, nada de esto ocurrió. Tuvo que casarse terminando el bachillerato y su vestido fue tan ajustado que redondeaba aún más el ombligo saltado por los 6 meses de embarazo, en la boda todos celebraban mientras ella sentía su cuerpo en su propio funeral, y así fue como todos sus sueños se vinieron abajo, ella luchó por amarlo, luchó por desearlo y en el combate acabó con tres niños y 20 libras más.

Malena juró que no sería como su madre y al cumplir los 27, se dio cuenta que todo era igual, y fue atrás de la puerta de un hotel cuando descubrió que con quien compartía su vida ya por varios años, se besaba, se arrullaba en sexo y gemía al lado de alguien 8 años más joven.

Pasaron 40 minutos para que al fin decidiera regresar a casa. Sus hijos estaban dormidos y ella queriendo gritar y golpear las paredes hasta reventarlas de cólera se abstuvo, se sentó a la orilla de la cama y pensó. ¿Qué haría con su vida? ¿Dónde conseguiría dinero para mantener a sus hijos? ¿Qué diría su familia, sus amigas, sus vecinos? ¿Acaso no había sido suficiente mujer? ¿Qué había hecho mal? ¿Qué pecados estaba pagando? ¿Qué tendría ella para merecerlo? ¿Qué pasaría cuando él regresara a casa? No tenía mucho tiempo, seguramente hacían falta sólo 4 horas para que él gustosamente y como si nada entrara a reclamarle la cena y a cogerla por detrás por 11 minutos, sintió asco, náusea, y dolor. Jaló la manga de su suéter con su mano y se secó los ojos. Supo que mañana saldría a ganarse la vida, para ella y por ella y no estaba sola, estaban sus hijos, estaban las ganas y la fuerza, no tenía de qué preocuparse había podido imaginar su propio mundo feliz desde pequeña y ahora podía empezar a construirlo. Podía ingeniárselas, siempre lo había hecho. Caminó derecha y cabeza en alto hasta la puerta de entrada y cerró con el pasador por dentro, regresó al cuarto y se quitó la ropa con furia, tomó una toalla y se dirigió al baño, debía ducharse y restregarse con jabón los últimos rastros de su esposo.

Ese día Malena tomó la ducha más larga y caliente de todas, ese día Malena no temió, ese día tomó la decisión más importante y no fue bailando, giró y giró y no vio su vestido, y a las últimas gotas de ducha, rió, por fin era libre, por fin era ella y el mar, por fin ella sabía cuál era el sabor de un orgasmo, en soledad.