"Monólogo del Espejo"

Un giro de perilla, cargado de estrépito, y el rechinar de una puerta, crujiente de vejez; son acciones cotidianamente desapercibidas, de los últimos en esa estricta lista del orden de significación /humana/ de las cosas. Inanimado, sin posibilidad de suicidio, se resigna uno a vivir la eternidad, que no es más que darse cuenta que se ha vivido ya millones de años en un cementerio destinado a las cosas inútiles. Aquella puerta llevaba cerrada incontables millones de años.

Como cuando se vuelve de quedar inconsciente por un duro golpe, el sol resplandece aturdiendo el más recóndito milímetro de mi superficie óptica. Aquel cegador chispazo de relativa insignificancia - para el mundo- rompía los límites de lo que parecía una eternidad de abandono en el olvido, un letargo al que te inducen como por castigo; la pena de cárcel a las reliquias, a los muebles empolvados.

La gente que entra a la habitación no viene a sacarme de aquí, me quedo escuchando sus pasos en la habitación. Discuten un tema que no comprendo y es natural, mi antigüedad es evidente. Logro ver al primero que se posa frente a mí y me mira de frente como ver cualquier cosa, luego centra su mirada fijamente, como mirando algo que conoce perfectamente, entonces me regala una sonrisa leve y yo sin saber qué es eso que encuentra familiar en mí, decido darme cuenta que es un cínico simplemente, haciendo burla de mi condición obsoleta. No, no han venido para llevarme con ellos.
-¡Listos!, les dice, con voz clara y alta, uno de éstos que no he podido ver aún. - Espérame, ya casi. Responde el sujeto frente a mí, que me hace raros gestos y se alborota el cabello con una mano, luego da un suspiro profundo e hinchando sus mejillas exhala haciendo un sonido gracioso.
Ahora puedo suponer para qué pretendían estar listos, aunque no tiene mucho sentido y es verdaderamente grotesco. El tipo que me mira se empieza a desvestir hasta quedar completamente desnudo, se sienta usando la pared de enfrente como respaldo y me sigue mirando fijamente un rato, luego empieza su monólogo.
Seguramente el diablo es más diablo por viejo que por diablo, obligatoriamente se hace presente la memoria, ese pedazo de vida en mi juventud, tiempo en que me usó una artista histriónica en sus años dorados. Al menos nunca me ignoró, siempre me recitaba su papel antes de actuar. No sé cual es mi verdadera función, no soy cómodo para que se sienten en mí, incluso me pensaba terminantemente como una pieza ornamental, dada la gracia de mi luminosidad.

La actriz parecía tenerme confianza, a menudo me preguntaba sobre la vida. En las paredes de la habitación tenía puestos afiches con su rostro; era bella, eso supongo desde mi inhumana opinión, su belleza era reconocible desde su voz hasta la gota más transparente de sus hábiles lágrimas de cocodrilo. Seguramente aquella talentosa mujer ha sido abandonada como yo; ha envejecido tanto, que quizás se volvió inútil incluso en el arte para el cual había nacido.

O el arte se ha convertido en una incesante búsqueda de lo bizarro, y del espectáculo personal sin mayor audiencia, o me convierto en un esqueleto, escarbando una cuna jurásica de recuerdos; porque quizás, el arte sea sólo un recuerdo.
Aquel joven inentendible, actúa para sí; se martiriza con sus líneas, mientras yo me quedo tonto observando su patético rostro de tristeza… siempre que lo despega de las rodillas, las que abraza sin descanso. Debate con su conciencia sobre las prioridades de la vida; ataca, con sentencias crueles, la ineptitud que lo corrompe. Todo va de mal en peor y su discurso termina por dividirlo en dos personalidades; las dos voces chocan, su repulsión los separa con golpes de palabras, el tipo se está matando desde adentro. Al fin, la primera voz, la natural del actor, promulga firmemente: ¡Eres libre!

Después de un largo silencio, se asoma frente a mí uno de los sujetos, con una máquina enorme que asienta sobre su hombro, es el mismo sujeto que hablara claro y fuerte; de nuevo dice: ¡Listos!, y se pasa del otro lado, donde no lo alcanza mi visión. Entra en escena el sujeto que me faltaba, está desnudo como el otro y tiene facciones semejantes, se posa a la par del actor, que continúa acurrucado sin expresión alguna.

Es el último acto, en el que confluye el repudio surgido y la desintegración psicológica del sujeto; todo se presenta tan cruel, un poco más cruel de lo que es la vida normalmente, trasladándote a un mundo; donde las pesadillas escapan del sueño y los dilemas existenciales cobran una forma física. El hombre de pie orina la cabeza del protagonista, sin recibir de éste ningún lamento. El sujeto recibe su dosis de vergüenza con enorme imperturbabilidad. El rostro enigmático, no regala miradas ni despega la vista de la nada.

Es el fin, el hombre de la máquina grita: ¡Corte!, los actores toman su ropa y salen de mi foco, me dejan viendo la pared, bañada por una capa solar tenue; es lo último que veré hasta una próxima visita. Todos quedan satisfechos, platican sobre una escena bien lograda.

Me despertaron para vivir un momento, como despertarte con sueño y volver enojado a la cama. Ya sé que no les importa un carajo qué pase conmigo, pero me convertí en un elemento ineludible para su propósito. El único de los cachivaches ahí tirados, que puede sentir las expresiones en los rostros humanos y el roce lumínico; que hace que la sangre sea roja y los atardeceres inolvidables, un goce tornasol que quisieron compartirme los humanos. La gente no le tiene respeto a los objetos pero guardan cierta intimidad con éstos, me buscaron siempre que querían sincerarse o compartir sus penas, como si yo no necesitara hablarles para decirles…

Se van y es todo, ahora quizás un trillón de años, esta vez no los intentaré contar, ya sé que soy pésimo como reloj. Veo como la franja vertical, que dibuja el sol, se pone angosta en milésimas de segundo, cuando cierran de nuevo la puerta. Me imagino el último giro de la perilla y el hilo delgado de sol, con el último lucero en la punta superior, en el vértice del marco; se desvanece en un segundo.

Autor:
Camilo Villatoro Rodríguez (Camilo Cientounbongo)
-Un desconocido amigo amante de las letras-

3 comentarios:

  1. merari:....ES UNA PERSONA QUE SE SIENTE SOLA INDIFERENTE A LOS DEMAS.

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  2. ♣♣♣ Una de las cosas más importantes era que ella comentaba era de que a veces ni siquiera sabía cual papel le iba a tocar…….♣♣♣♣♣♣♣

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  3. ♣♣♣ Una de las cosas más importantes era que ella comentaba era de que a veces ni siquiera sabía cual papel le iba a tocar…….♣♣♣♣♣♣♣

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