Del mar y yo (última parte)

Cerré el portón negro que tantas veces me ha visto partir a ningún lado. Lo vi. Estaba ahí parado, su suéter café enmarcaba una espalda pétrea, su camisa beige recorría un torso masculinamente hermoso que al final se amarraba a un cincho que daba inicio a una ingle perfecta para descubrir, una ingle que estaba envuelta en un pantalón azul obscuro que caía en unos pies que conocí entre arena, recordé sus dedos que habían visto de cerca 34 lágrimas sin sal, en una noche de piel olor a manzana, a lluvia que está por venir, una noche de corazón frío como lodo, como Lepanthes, necesitado de tabaco y aguardiente.

Devolví la vista a sus ojos, a su nariz y su sonrisa terminó con un beso en mi mejilla. El tiempo se detuvo en ese instante, lo juro. Pude respirar despacio, inhalé el olor de su cuello y salpicó pueblo, complicidad, pasión, noche, maderas, café de altura, salpicó libros viejos, un corazón herido, un pensamiento dudoso, una reciente libertad, un alma mentolada, y una duda húmeda. Vi sus poros, sus arrugas, hubiera querido lamerlo como se hace con un helado de cono, -¿De qué sabor sería?-, quise convertirme en vampiro y morderlo, para luego disculparme con un beso. Y el tiempo continuó cuando su rostro se alejó del mío.

Él abrió la puerta del automóvil y al sentarme no pude evitar darme cuenta que su vista recorrió mis piernas, sus ojos rompieron mi falda y se imaginó mi ombligo, lo caminó con su dedo índice y subió la mirada. Me sentí deseada.

En la carretera no faltó el interludio de una larga noche, su galantería fue vaga, vana, irrelevante. Sonreí muchas veces, no recuerdo el porqué de la mayoría de ellas. La lluvia mantenía mi piel fría, eso colaboraba para verme mejor, al menos eso supongo. Mientras el contaba algo relacionado con el lugar a donde íbamos, yo me entretenía con los parabrisas y el agua que recogían y aventaban, estaba segura que mi vida no tenía que ser así, ¡No quería ser el parabrisas de un carro!; era algo tan sencillo, aburrido, era algo mecánico, temporal, necesario y triste. Tomé una decisión importante, jamás sería eso. Una metáfora diferente.

Sonreí y asentí con la cabeza pretendiendo escucharlo. Logré encausar a mi mente en donde debía y presté atención.

-(…) Ya lo verás.

-- ¿Ya vamos a llegar?

-Eso es lo que no sé. Tendría que haber una señal por acá cerca.

Pasamos casi 40 minutos buscándola, él llamó a varios amigos pero el lugar no aparecía. Quizá la culpa la tuvo los 5 kilómetros que dejamos atrás en un desvío ante la imposibilidad de transitar un puente que la tormenta había derrumbado parcialmente. Avanzamos aún más, hasta que ya cansados de no encontrarlo decidimos regresar.

La lluvia se hacía más fuerte y entre la preocupación de no poder ver más allá del capó, agradecía que no era una noche más, común, una noche de las mismas, de las de siempre, de las cansadas, de las de diario. En la misma dirección a donde nos dirigíamos, por arte de magia, de la casualidad, del destino, o de la vida, nos llevó a un rumbo diferente. Pasaron 90 minutos más.

--¿Sabes dónde estamos? Pregunté, miedosamente tranquila.

Nos vimos un segundo, y luego fue incontrolable la risa. Nos reíamos sin parar, parecíamos loros, y reímos mucho, salieron varias carcajadas y volaban hasta reventarse en el tablero. Respiramos al mismo tiempo. Y ahí, sí, ahí perdimos la pena y el pudor.

-Hace más de dos horas estamos perdidos.

--Lo supuse desde que tu mano derecha aseguraba el teléfono al mismo tiempo que al timón.

Se estacionó y nos quedamos así, con las luces encendidas, buscamos una estación de radio y a excepción de una que emanaba cristianos gritos de terror para el oído, ninguna otra ofrecía sonido alguno. Lo apagué, sin permiso. Desabroché mi cinturón.

--¿Fumador?

-Por más de 5 años.

--¿Te importa sí…?

-Me importaría si no lo compartieras.

Encontré los fósforos en la bolsa pequeña de mi cartera. Estaban húmedos, casi viejos. El desabrochó su cinturón también y buscó en el bolsillo izquierdo de su suéter, pasó al derecho de su pantalón y luego su mano rozó mi pierna abriendo la guantera; sacó un encendedor gris y negro, me vio, entonces, el carro se iluminó aún más cuando lo acercó a mi boca y lo encendí, jalé, inhalé el humo de tabaco y el seguía viéndome, yo continuaba fumando y el humo ascendió en ondas, grandes y locas. Yo pensaba en nada y en él. Y mi mano se llevaba el cigarro a la boca de nuevo, y repetía la acción, así por 4 veces, estaba nerviosa, giré y mi espalda utilizó de apoyo la puerta, sonreí, él seguía cerca, y lo compartí, en cámara lenta y viéndome fijamente se llevó el cigarro a su boca, fumó, y el humo subió en línea sinuosa e inquieta, y todo salía por el único espacio abierto de la ventana trasera. Le sonreí y él a mí. El cigarro se acabó luego de gastarnos los ojos con el otro.

El frío calaba en los huesos hondo.

-¿Por quién llorabas aquella noche?

Mi sonrisa sin dientes fue de lado derecho. –-Por un gusano retórico de ojos amarillos.

Rió muy dócilmente.

-- Nunca me había enamorado. Agregué.

- Y te enamoraste del menos indicado.

-- No. Me enamoré del indicado, del que debía en ese tiempo. Pero al final fue eso, sólo un tiempo.

-¿Y ya pasó?

-- No pasará, su recuerdo está ahí. Sólo que ahora, ya no es más que eso, un recuerdo, y cuando lo necesito es una mala memoria, y cuando lo quiero es una bonita presencia.

El silencio con el que contestó, me indicó que debía continuar.

--Me dejó regalada una colección de consejos para el corazón, una experiencia dolorosa envuelta en un pañuelo de sensatez, una ventana que sólo da a una vida buena, nueva, plena, un camino sin vuelta atrás y un destino hacia adelante, una calle con sentido único y una libreta en blanco lista para llenarse de nuevas historias; como la de ahora.

Mi mano se adosó a su dedo anular. Y la mano de él a mi cara.

Así fue cuando lo besé. Me acerque a sus labios, topé mi nariz con su nariz, vi su mirada de frente, su respiración era tibia, muy tibia, solté su dedo y le cerré los ojos, toqué su pelo liso y ondulado, suave y grueso, me humedecí la boca, y la pegué con la de él, despacio, los segundos dejaron de existir, y pasamos así un buen tiempo. Su lengua estaba caliente y la enrolló en la mía una única vez, se separó de mí mordiéndome.

Sus ojos se abrieron antes que los míos. Y volvimos a guardar en tiempo y espacio las miradas que nos quitaban la ropa y se imaginaban en sexo y gemidos por el resto de la tormenta y pese a la incomodidad. Sabíamos que no pasaría.

-¿Un cigarro más? Dijo entre dientes y mientras arreglaba mi pelo pasándolo atrás de mi oreja, sí, como aquella vez.

--Claro. Lo dije muy segura, omitiendo el sabor de ese beso que valió sólo en el instante en que pasó.

Fumamos cada quien un cigarro y bailamos entre una charla llena de vivencias de infancia y de colegio. Reímos juntos, como los protagonistas de las novelas románticas de la época medieval, éramos cómplices de una misma historia que los dos sabíamos que guardaríamos en secreto durante 23 meses más, aunque estoy segura que no hubiera terminado, si él, en una misma noche de tormenta jamás hubiera decidido repetir estas últimas letras que conté. Lo había dicho, su muerte fue valiente, como él.

6 comentarios:

  1. aaahhhhhhhh que hermoso!!!!! "standing ovation" de nuevo para vos!!! felicidades!!! Seguí adelante Miriam, yo sé que hay mucho mas de donde vino esto!!! Contá con un seguidor fiel de tu blog :)

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  2. ahhhhh que bonito es lo bonito, y lo que tú escribis, lo es!
    Ahora a escribir mil historias más :) porque de mi parte tendrás a alguien esperandolas !
    Felicidades!!!

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  3. muy bonita la historia, felicidades Ale te quiero mucho.

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  4. Ula gran buenísima Ale me dejó sin palabras...muy buena historia...ya quiero otra, otra, otra, soy su fan...Felicidades es excelente Ale...

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  5. waaaaaaaaaaaaaaaaay jajjaja hermoso quiero mas historias yo soy su fan No.1 y nadie me quitará el trono ese numero me lo di yo y asi será jajaj como cualquier fan que cree ser el No. 1 yo me creo así, jajajjajaaja la amo de verdad qué genialidaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaad!

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  6. Al fin lo leí jajaja... no cabe duda que la espera valió la pena, cada parte de la historia tiene una pincelada que lo acerca a uno hacia tu esencia... me llegás... no te digo q soy tu fan porque se enojan tus sis conmigo jajaja... pero tengo una camisola con tu foto jajaja...

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