Del mar y yo

Fue un miércoles que decidí ir al mar, necesitaba buscar aquel amor que había dejado atrás. Necesitaba, sólo eso. La historia no merece mis letras, se finalizó cuando lo ví con ella. Corrí, caminé, corrí, caminé, respiré profundo y me coloqué las manos en las rodillas, las piernas me temblaban, las lágrimas caían, tenía calor, estaba molesta. Rompí esa blusa que tanto me gustaba, la amarré a la mitad de mi abdomen. Caminé, corrí, era tanto el cansancio que me senté frente al mar por horas…

A lo lejos sabía que alguien me observaba, me incomodé. Él se acercó y de pronto preguntó: ¿Qué pasa, que tus ojos no se veían así? --Tengo dos noches en vela--, respondí. Caminamos bajo brisa del mar, caminamos mucho. ¿A quién buscas? agregó... --Ya no busco más-- y sonreí...

Debía regresar a la ciudad, dos horas de viaje me harían mucho bien. Tenía que asimilarlo. Se había ido, dejándome una noche con ese desconocido que ahora tenía mi número de teléfono y que sabía que mis nombres le hacían honor a mis padres. A las seis de la mañana te dejé junto a una ola y un rayo de sol, supuse que jamás volvería a verte y te dije –gracias- al oído antes de partir.

¿Quién habla? --Recuerdas el miércoles pasado cuando vi tus ojos tristes frente al mar-- dijo, en un tono perfecto. Lo único que pude contestar fue: "Hola, creí que no ibas a llamar" y nerviosamente reí. --Tengo un trapiche y un balcón verde por las lluvias, ¿Vienes?-- Pensé, pensé en mí, en él, en lo poco que sé de vinos, en todo... Y el tiempo hizo justicia para dejarme decir "¿Cuál es tu dirección?".

Estuve afuera de tu puerta quizá más de 20 minutos. Cuando decidí marcharme, saliste y me viste. -¡Adelante!- Calculé perfecto el tiempo dijiste mientras caminábamos por un estrecho corredor.
--Qué lindo apartamento--
-Gracias, vine a vivir aquí al final de mi universidad. Llevo siete años en este concreto de mierda. Reí, rompiendo el hielo.
-Espero que no te moleste mi soez vocabulario.
--Para nada--
Sacó las copas de un viejo mueble y me invitó a sentarme en el único lugar que estaba vacío. Sirvió el vino y me entregó la copa. Colocó unos quesos y galletas en un plato color chocolate.
-Brindo por la desconocida más triste que conozco- Rió. –Brindo por que el mar me la presentó-

Platicamos la tarde completa. Me contó cómo sus estudios lo trajeron a la misma ciudad en la que vivía, me platicó sobre sus manías y su gusto por el café. Me regaló unos cuantos secretos de su vida y le dije de mi amor a las letras, lo introduje a la Sociología y lo convencí de que la Paz no existirá nunca. Terminamos la noche escuchando a Filio y cantamos a cappella otros cuantos grupos que para los dos eran desconocidos. La despedida fue rápida, seca y burda (como suelo ser cuando no me interesan los abrazos o las palabras cursis que incitan a los besos).
El tiempo siguió su rumbo por varios días, el espacio de cada kinesfera no fue siquiera tratado de quebrantar. No hubo un solo intento.


Llamaste 13 días después y apareciste en mi casa a la suma de 48 horas. De nuevo la plática introductoria y exitosa para romper lo incómodo.
De fondo escuchaba "Amor de Conuco" esa versión romántica de un pobre que quiere amar...
-¿Cuánto tiempo toma decir te quiero? - le pregunté sin esperar respuesta. Al ritmo del sorbo de ese trapiche blanco que había sobrado de aquel domingo de lluvia escuché: -Es medible cuando lo esperas y es inmedible cuando lo recibes- y sonrió, y recogió mi pelo que suele estorbar mi rostro colocándolo tras mi oreja...
Después de haber huido de sus manos dilucidé lo que tanto temía y se hacía realidad en cada paso que daba del sillón a la cocina, pretendiendo que lavar las copas de ese bendito vino era una necesidad; debía pensar. Sequé mis manos y sonreí, -creí que era tarde- dije, observando el reloj que daba irónicamente las 19, me dirigí al incienso y lo prendí, anunciándole una invitación para hacerme compañía...

Me senté frente a él, vi su boca moverse, sus dientes eran humanamente bellos, su voz sonaba con un eco delicioso, sus palabras eran inteligentes pero no me interesaban, era querer un antojo desde atrás de la vitrina de una costosa pastelería, su pelo un remolino de lisos y quebrados, su barba fina, sus ojos café expreso, su piel morena-clara que emanaba olor a tierra mojada, a lluvia, sus manos exactas... No cesaba su soliloquio.

“¡Me encanta cuando hablas y crees que presto atención!” Si hubieses sabido que pensaba desesperada en que seguramente te veías mejor sin ropa. Está claro que luego la moral me arrancaba las ideas y las echaba como leña a la chimenea y ardían. Pero mis ojos -te lo juro- no dejaron de observarte.

Decidí que dejarte de ver haría dejar de pensarte. Me paré y balbuceé.

-¿Qué incienso?- dijiste burlándote de mi distracción, saqué una barrita de pachuli tan perfecto como la noche...

"Pachuli: promueve la organización de las ideas mentales y tiene efecto rejuvenecedor tanto en el cuerpo como en el espíritu"

-Huele "estimulantemente" intenso- viéndome con interés. Giró su cuerpo y se sentó a mi lado.

Ésta vez ya no te observé quise decirte que dejáramos de perder el tiempo, pero no me atreví. Cobardemente subí mi vista al reloj y te anuncié a media tertulia que era hora de partir...

Nos despedimos quizá por media hora más. Te habías ido, ¿O te deje ir? era lo mejor ¿O no?, aún no era tiempo, estaba muy bien acompañada de mi soledad, estaba enamorada del desamor, estaba bien... Pero, ¿Qué era lo que estaba sintiendo? Es mejor ignorarlo dije y me decidí a avanzar.

La vida me sorprendió cuando sonó el portón y te volví a descubrir entre las sombras: -
¿Prefieres un café o una comida para mañana?-
--Ninguna opción me parece-- Contesté. Callamos por unos segundos. Luego agregué, --¿Sabes? No sé quién eres, no sé porqué te encontré frente al mar un miércoles, ¡casi nunca visito el mar!-- respiré profundamente --Es más, no sé quién soy, estoy segura que no debo conducir un Pickup porque lo llenaría de gatos, perros y plantas, quiero cambiar el mundo, no me gusta el azúcar y si puedo usar dos veces la bolsa de té, lo hago. Odio que paguen mi cuenta y detesto aún más las uñas largas. No uso maquillaje y no puedo caminar con tacones-- Prefiero leer que ver televisión o películas. Me gusta dormir después de almorzar y siempre he creído que hay un conejo en la luna.-- Volví por más aliento y continué --Me gustan las velas, el incienso y la esencia de gardenias. Me cuesta ser puntal, pero soy responsable, amo lo que sé y siempre quiero saber lo que no sé. Soy curiosa. Me rechinan los dientes cada vez que toco una mascota. Amo la trova y el rock, pero sé más de dos canciones de Juan Luis Guerra. Me encantan tus manos y no escuché del todo tu plática, te imaginé en otro mundo. No quiero tener citas o encuentros "beneficiosos". Confío ciegamente en que lo que se tiene que decir, se dice en el momento, no creo que mañana haya tiempo.-- Mis ojos apuntaron a los de él y estaba dispuesta a verlo ir.
-Eres extraña- me dijo, en un tono muy serio. -No voy a pagar tu cuenta porque no vamos a ir por ninguna comida- a lo cual respondí con un tono sarcásticamente estúpido --Era de imaginarse--. Nunca había escuchado una carcajada que me molestara tanto. -El martes a las 6 de la tarde vengo por ti-.

2 comentarios:

  1. muy bueno todo lo que escribís Ale, invita a seguir leyendo y no quererse perder ningún capitulo, esperando que todos los días publiques algo nuevo o continúes con las historias que empiezas, que siga "Desnuda" y "Del mar y Yo" y que vengan muchas mas.

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  2. waaaaaaaaaaaaaaaaaaaay como dijo alguna vez un arquitecto Yucateco que conocí.... waaaaaaaaaaaay pero qué cosaaaa! jajajaj me encanta!

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